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Es por esto que se necesita una Iglesia más
aterrizada y humana, aunque bien sabemos que la Iglesia es experta en
humanidad, pero aún se necesita que esta se inserte en el quehacer diario de
los hombres y mujeres que luchan por un mundo mejor y más justo, una Iglesia
que deje de llorar y pase a ser la que se dedica a luchar por preferidos de
Cristo, los pobres. Esa es la Iglesia que el Papa quiere ver, no la Iglesia
donde el Obispo ande en un vehículo último modelo, mientras que los fieles se
comen todo el polvo de las calles. Una Iglesia donde el que la dirige disfrute de buenos banquetes a la hora de
comer, mientras que en la esquina más cercana hay un mendigo pidiendo un trozo
de pan. La Iglesia no es para servirse de ella, sino para servirle a Cristo por
medio de ella, el cual está presente en los demás, y de un modo especial en los más pobres y excluidos de
la sociedad, y en ocasiones hasta de la misma Iglesia.