miércoles, 28 de enero de 2015

Una Iglesia pobre y para los pobres

Hace ya unos meses, el Papa Francisco se dirigió al pueblo de Dios para dirigir sus reflexiones acostumbradas. Resulta que en unas de estas, el Santo Padre refiriéndose a la Iglesia expresó esta significativa frase: “Queremos una Iglesia pobre y para los pobres”. Es obligatorio saber a qué se refiere el Papa cuando expresa lo antes citado. Se supone que la Iglesia es por su naturaleza de aquellos que sufren y son perseguidos; pero ¿será que se ha desviado la esencia de la misma? Hasta cierto punto es así, aunque no en su totalidad. Para comprobar su desvío, no hay que irse muy lejos, en nuestra pequeña Iglesia dominicana se da esta realidad, pues en muchos casos supuestamente por el protocolo y otra condición, se deje de trabajar a favor de aquellos de los que se supone es la Iglesia su voz, pero esa voz sufre de disfonía, porque cuando tiene que hablar se calla y cuando tiene que callar habla o sale un elemento con toda la arrogancia de la vida y habla en su nombre.
Una Iglesia pobre y para los pobres, es aquella que se entrega día a día por la edificación del reino de Dios, pero el reino de Dios no es un reino de injusticia, no es el reino de los poderosos. Es por esto que ha dicho el Sumo Pontífice “pobre y para los pobres”. Es decir, una Iglesia que luche por los beneficios de los más vulnerables de la sociedad, por los más olvidados, por aquellos que son utilizados por lo que tienen en sus manos los bienes económicos. Pero la lucha más grande es con los pobres de ideas de superación, los pobres de esperanzas, los pobres de libertad.

Es por esto que se necesita una Iglesia más aterrizada y humana, aunque bien sabemos que la Iglesia es experta en humanidad, pero aún se necesita que esta se inserte en el quehacer diario de los hombres y mujeres que luchan por un mundo mejor y más justo, una Iglesia que deje de llorar y pase a ser la que se dedica a luchar por preferidos de Cristo, los pobres. Esa es la Iglesia que el Papa quiere ver, no la Iglesia donde el Obispo ande en un vehículo último modelo, mientras que los fieles se comen todo el polvo de las calles. Una Iglesia donde el que la dirige  disfrute de buenos banquetes a la hora de comer, mientras que en la esquina más cercana hay un mendigo pidiendo un trozo de pan. La Iglesia no es para servirse de ella, sino para servirle a Cristo por medio de ella, el cual está presente en los demás, y de un  modo especial en los más pobres y excluidos de la sociedad, y en ocasiones hasta de la misma Iglesia.


 

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