Desde pequeño mi
abuela siempre me llevaba a misa principalmente los sábados en la noche en la
parroquia Santos Arcángeles (Piedra
Blanca), cosa que no me gustaba mucho ya que quería estar andando y jugando
con mis amigos. Mi abuela siempre aconsejándome que fuera a misa, pero yo le
ignoraba, le protestaba de mala manera, decía muchas malas palabras, me iba a
andar sin permiso y hasta había que darme una pela para convencerme de ir a la
escuela porque me escondía para no ir a clase. Pero un día ella me invito a una
misa de sanación y desde esa noche empezó a gustarme ir a misa por lo que iba
hasta los domingos a las seis de la mañana, me gustaba las canciones que se
cantaban en la misa y todo el día en casa yo cantaba una canción que dice: yo, tengo un nuevo amor, el corazón me late
sin parar… Pero después me llevaron a vivir con mi papádonde me estuvo
educando y me enseñó a trabajar. Con el tiempo me di cuenta de que sentía una
atracción por la vida sacerdotal por, sus servicios y entrega hacia los demás.
En el año 2011 me
acerque a una monja para decirle que quería hacer la primera comunión para
luego ser monaguillo. Luego ingresé al grupo los “Angelitos de Jesús y María”
este era un grupo de lectores y otros servicios que se brindaba en la parroquia
San Isidro Labrador, este grupo era
guiado por las monjas. Cuando fui creciendo me aleje de este grupo y tuve mis
novias por lo que, me aleje totalmente de la iglesia católica. Me enamoré de
una evangélica y empecé a visitar su iglesia le dije a la muchacha que ella me
gustaba, pero, desde que me dijo que no, dejé de ir a su iglesia. Cada día
sentía un vacío en mi corazón, no le encontraba sentido a la vida, pero aun así
me sentía especial para alguien. Todo este trayecto duro casi dos años.
Un día, a la monja que me acerqué para decirle
que quería ser sacerdote, me dijo que, si aún sentía esa inquietud y yo le dije
que sí, solo que me había alejado un poco de la Iglesia. Ella me llevó por
primera vez al seminario para que viera como era, estando allí conocí al padre
Porfirio Espinal hable con él y me dijo que fuera a la jornada de elección
puesto que, para ese tiempo era abril y ya había pasado la jornada de semana
santa. Cuando participé en la jornada fui uno de los agraciados en ser electo;
desde eso momento me fui enamorando más de la vida sacerdotal.
Mis padres en un
primer momento no querían que yo eligiera este camino, pero comprendieron que
mi felicidad era lo primero. Ellos decidieron dejarme ir, pero ha mediado de mi
primer año querían sacarme del seminario puesto que, pensaban que estaba
pasando mucho trabajo o que me podía pasar algo malo en pocas palabras querían
sobreprotegerme, pero, se dieron cuenta de que yo estaba muy bien y cambiaron
de opinión y hasta el día de hoy me apoyan a la decisión que tome ya sea de seguir
en este camino o dejarlo.
Y hasta el día de
hoy, me he sentido motivado por la gracia de Dios. Que Jesucristo Buen Pastor
nos motive en nuestra vocación.
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